domingo, 5 de marzo de 2023

Pilar Miró

PILAR MIRÓ: NADIE ME ENSEÑÓ A VIVIR No era una actriz, aunque alguna vez se puso ante las cámaras, sino una directora de cine y de teatro, aunque en éste pocas veces obtuviera el éxito anhelado. Ironías del destino, su mayor éxito teatral fue una película y su mayor éxito cinematográfico, la filmación de una boda. Pero el personaje interesa por muchas otras vertientes (políticas, laborales, afectivas) y ya en sí mismo es una obra dramática que lleva el sello de toda una época (la España de la transición democrática), y ello no sólo en cuanto al cine y al teatro se refiere sino también en cuanto toca a la televisión, que entonces empezaba, y en todo lo referente a la vida misma, en su diario discurrir, de alguien que intentaba abrirse camino con los dientes. Por eso tiene sentido sacarla en esta sección donde llamamos ¡A ESCENA! a los más grandes que por ella han pasado. La vida de Pilar Miró que ha escrito Diego Galán (Nadie me enseñó a vivir, Plaza y Janés) es un verdadero thriller. Así se lee y así debió de ser, tanto en el arte y en el trabajo como en el amor y en la amistad, no es de extrañar que su corazón estallara en múltiples ocasiones antes de pararse definitivamente agotado. Siempre necesitaba empezar algo nuevo, nunca estaba satisfecha con una sola cosa entre las manos: Si lo anterior había sido un fracaso, para olvidarlo; y si por el contrario había sido un éxito, para no dormirse en los laureles y aprovechar el tirón. Y no hacía esto por ambición, es que ella necesitaba proponerse nuevos retos a cada paso como en una apasionante y apasionada huida hacia adelante. En el amor era lo mismo: Nadie que despertara en ella una chispa dejaba que pasara de largo y pocos, muy pocos, se le resistieron. Siempre necesitaba amor y por otra parte, no podía detenerse en nada ni en nadie, se quejaba de la cobardía de los hombres que, amándola, no se decidían, pero lo cierto es que ella era muy exigente en lo personal y en lo laboral, tenía que mantener vivo y activo su débil y quebradizo corazón. Que no se le ocurriera detenerse, pues siempre había amigos y enemigos a los que atender con amor o con odio, con gratitud o con venganza. ¡Qué mujer esta que llegó a ser llamada John Ford con faldas! Para ella todo era una película o una obra de teatro, valga como ejemplo el episodio de la cena con Gabo (García Márquez) durante la cual, temiendo Pilar que se aburriera, obligó al resto de los comensales a rotar a su lado sin que él entendiera a qué se debía aquel baile de cubiertos que nunca se detenía más de 10 minutos. De niña, era tan mala como Ana Torrent en Cría cuervos, de Antonio Saura, a quien también admiró y con quien polemizó, así como con Marsillach, por poner un ejemplo teatral de gente que se admira y se ama pero que por incompatibilidad de caracteres, no pueden seguir trabajando juntos. ¿Verdad que es todo muy teatral? Pues así era en carne viva (nunca mejor, ya que se la jugaba en cada lance) según el libro que tengo entre manos y que no me canso de releer, qué pena no haberla conocido en persona. La muerte, sin embargo, la sorprendió a solas, en su propia casa, en un descansillo de la escalera que en aquel momento descendía, y aunque había gente en casa (su hijo Gonzalo trató de reanimarla por todos los medios cuando la encontró caída), ya no volvió en sí. Tenía 59 años y había dirigido decenas de películas, documentales, teatro... Y había sido, en fin, directora general de Cinematografía y directora del ente público de RTVE, cargos que había aceptado por compromiso político con los chicos del PSOE y que le trajeron más disgustos que cualquier obra dramática, no sabía en qué se metía la muy ingenua. O la muy vanidosa, depende. Las relaciones de Pilar Miró con el teatro fueron también de todo menos tranquilas: A instancias de José Antonio Campos, dirigió ópera para el Teatro de la Zarzuela (Carmen, a quien ella dio un vuelco con un nuevo giro escenográfico, pero que se estrenó con gran estruendo de fracaso, después del escándalo de El Crimen de Cuenca que todavía coleaba pues le había valido un juicio ante un tribunal militar, con innovaciones que el público conservador de los abonos no le perdonó, por lo que fue insultada con verdadera crueldad la misma noche del estreno y aún después), comedia (sobre todo las de Lope de Vega, que le parecían un prodigio de actualidad: El anzuelo de Fenisa, por ejemplo, que representaba, de hecho, su ideal de mujer que ella era incapaz de incorporar en su vida práctica: la mujer que vende humo a los hombres y se queda con todo lo que ellos tienen dejándolos desplumados y burlados) y, sobre todas ellas, llamaba su atención La verdad sospechosa, de Ruiz de Alarcón, que dirigió por la época en que ella misma no era creída por los jueces por más que dijera la verdad sobre la compra de trapos. De ahí que le cautivara la frase desesperada de Don García en la obra de Alarcón: "¿Es posible que diciendo la verdad nadie me crea?"; también dirigió Estudio 1 (Como las secas cañas del camino, de Martín Recuerda, muy polémica por unas frases que ofendían a los de Murcia), la ópera Sigfredo en Estalingrado, que no triunfó, y la que triunfaba en Nueva York y Londres, Hijos de un dios menor, de Mrak Medoff, que tampoco obtuvo el éxito que las expectativas levantaban y que ella esperaba con tanta fuerza. Se trataba de un texto difícil en que un profesor (Emilio Gutiérrez Caba) se empeñaba en hacer hablar a una sordomuda. El propio actor abandonó el proyecto ante las dificultades de todo tipo y por la inflexibilidad de la directora quien, no obstante, no dudó en llamarlo más tarde para otros papeles. Por todo lo cual, irónicamente, hacia el final de su vida comentaba: "Es extraño que mi mayor éxito teatral sea una película y que mi mejor película sea el reportaje de una boda real." Se refería a El perro del hortelano, de Lope de Vega, que arrasó en las taquillas con Carmelo Gómez y Enma Suárez, y a la boda de la Infanta Elena. Después vendría la de la infanta Cristina, en Barcelona, otro éxito para cuya dirección fue elegida por el mismo Rey, a quien había conocido en la Facultad de Derecho y cuyos discursos de fin de año también había dirigido de modo exigente, algo con lo que el monarca estaba encantado. Curiosamente, su primer trabajo en TVE lo consiguió gracias a una influencia de Blas Piñar, todo es curioso y divertidísimo en un libro que no tiene desperdicio y que como digo, se lee como un thriller. Efectivamente por solicitud del Rey Juan Carlos, había dirigido las transmisiones de las bodas de sus dos hijas, una desde Sevilla y otra desde Barcelona, y en ambas ocasiones fue felicitada por ello. En ambas, el éxito obtenido fue mundial, pues las vieron más de 900 millones de personas en cada ocasión. Pero nadie que la haya visto olvidará nunca El crimen de Cuenca, ni Gary Cooper, que estás en los cielos, por ejemplo. Y en esto sí logró, en verdad, su sueño. Porque ella lo único que quería en realidad "era ser la chica que va a la grupa del caballo de Gary Cooper". Un Gary Cooper defensor y salvador que ella encontró en la figura de sus abogados. En resumen, que después de ver todas las contradicciones del personaje, uno se queda admirado de la mujer tan enorme y tan auténticamente genial que fue. Y siente el orgullo de poder escribir algo sobre ella, aunque sean sólo unas líneas como éstas. Anunciación Fernández Antón María Anunciación Fernández Antón

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