sábado, 4 de marzo de 2023

Fernando Conde, Actor perdido por Santa Ana

FERNANDO CONDE, ACTOR El nombre de su Compañía Darek Teatro hace honor a su pueblo Daroca (Zaragoza) pues Fernando Conde lleva muy a gala el ser aragonés y por eso vive en el Centro de Madrid, como tanta gente de provincias que aquí hemos llegado en busca de mejores oportunidades. Me lo encuentro con frecuencia por el Barrio de la Letras, bien (o muy bien, mejor dicho) cruzando la Plaza de Santa Ana, bien (maravillosamente bien) leyendo teatro en el Ateneo de Madrid a petición de uno grupo de amigos, bien compartiendo tertulia improvisada en la barra de un bar (un bar cualquiera de los que se abren en cada portal de los de la zona más barera de España), dando con su porte, y sobre todo con su voz, lustre y carácter a unos lugares (los bares, el Ateneo) desde los que se accede fácilmente a los Teatros, ámbito genuino de su trabajo de actor. Allí, entre la gente que puebla y pulula sin mirar, encuentra él el trampolín necesario y justo para subir a los escenarios donde se cuece lo irrepetible. Porque Fernando Conde lleva con su humildad y bonhomía, el Teatro en el cuerpo, y por eso es fácil saludarlo, no se ofende ni se asusta de que lo reconozcas fuera de él, tampoco se enorgullece, puedes dirigirle y te contesta el saludo, con toda naturalidad intercambia contigo un buenos días o lo que corresponda sin más explicaciones, sin más complicaciones. Curiosa y ejemplar la trayectoria de Fernando Conde que ha dedicado las dos últimas décadas de su vida al Teatro. Lo que no sabe mucha gente es que este actor perteneció al mítico grupo humorístico Martes y Trece del que se salió en pleno éxito, como los toreros. Así es como narra él lo que fue esta azarosa hazaña para el periódico El Mundo en 2009, mientras hacía el personaje de Shylock en El mercader de Venecia: "Fue como un cuento de hadas. Éramos tres actores en paro y, con un atrezzo que cabía en una caja de cartón, ideamos un 'minishow'. Entonces, la CBS nos hizo un disco que, aunque no se vendió, nos permitió ir a un programa de Íñigo. En 24 horas, y gracias a un sketch de las trillizas de oro que acompañaban a Julio Iglesias, nos convertimos en un fenómeno". Éstos fueron los inicios de Martes y Trece, el exitoso trío humorístico que fundó en 1977 y que, con "las ideas agotadas" y una gran nostalgia por el Teatro, decidió abandonar en 1984. Desde entonces, ha compaginado las tablas con trabajos para el cine y la televisión, pero el Teatro -y en especial las obras clásicas- han guiado sus pasos. A la altura de sus casi 60 años, uno de los mejores intérpretes de la escena española ha resuelto que no está dispuesto a encarnar personajes que no le gusten. CREADOR DE SU PROPIA COMPAÑÍA Con el nombre árabe de su pueblo (Darek - Daroca), bautizó a la compañía que creó junto a su mujer, después de una amplia experiencia sobre las tablas a las órdenes de directores como Tamayo, Narros y Alonso de Santos, o de Pilar Miró en la película El perro del hortelano. Porque en plena madurez, llegado el momento como decían los antiguos de formar compañía para preparar, con cierta independencia, los títulos que más le conmueven, tiene en mente subir a escena un Molière que podría animarse a dirigir. De este modo, Fernando Conde produce sus espectáculos y Darek Teatro se estrenó en la producción con El lindo don Diego, de Moreto, en el Teatro Real Cinema; siguió adelante con El mercader de Venecia, de William Shakespeare, que se estrenó hace dos años en el teatro Infanta Isabel tras una larga gira por ciudades y festivales, y posteriormente, en el momento en que escribo, representa en el Teatro Lara David & Eduardo, una excelente comedia de Lionel Goldstein. Al interpretar al despiadado y rencoroso judío Shylock, un papel muy goloso para cualquier actor en su madurez, Fernando Conde se convierte en el principal atractivo de un montaje muy fiel a la tradición y con un respeto exquisito por este texto. Su voz, su gesto, su entonación y presencia escénica componían una actuación sobresaliente de Fernando Conde, aplaudidísima por el público que siguió con interés y sin cansancio un montaje que dura tres horas en adaptación de Rafael Pérez Sierra con dirección de Denis Rafter. Junto a Fernando Conde, Natalia Millán y Juan Gea, dos compañeros de armas de gran prestigio en la escena actual, entre otros. VERANO DEL 2011. DAVID Y EDUARDO EN EL TEATRO LARA Precisamente con Juan Gea interpreta en el Teatro Lara (Madrid) la obra David & Eduardo, Lionel Goldstein, un canto a la amistad entre hombres "ya maduros" surgida en las circunstancias menos apropiadas, una pareja extraña que surge de la maravillosa - espinosa- casualidad de haber compartido el amor por una misma mujer, de la cual cada uno de ellos descubrió facetas insospechadas para el otro, lo que habla de lo difícil que es conocer a una persona, sobre todo si creemos tenerla para nosotros en exclusiva y sin fisuras. Poner la mano en el fuego, que se diría, por ella, por la imagen que nos hemos forjado de ella. La aceptación de esta realidad sobrevenida dará nobleza al poseedor de la verdad absoluta, sobre su matrimonio y sobre él mismo, todo ello contado con las palabras más certeras y avalado por las voces y ademanes de estos dos genios de las tablas. Una pieza preciosa y extraordinariamente divertida en medio de su profundo contenido filosófico y moral. Fernando Conde es, además, un entusiasta aficionado a la tauromaquia, a la pintura, a las antigüedades, a la vida vivida con decoro y al refugio que proporciona el arte. Vive de alquiler, una forma más de no encadenarse. En su casa del Barrio de las Letras, atesora muchos recuerdos a los que le une un gran vínculo sentimental, como la oreja que le brindó Paquirri en la corrida anterior a la de su cogida mortal en Pozoblanco. El actor aprecia la fiesta en su condición de tragedia griega y le otorga la categoría de arte efímero, como el teatro, algo con lo que no puedo menos que estar de acuerdo. UNA TRAYECTORIA ÚNICA Y ENVIDIABLE DE COHERENCIA Para completar su trayectoria, es emocionante recordar las palabras del periódico El Mundo en su reportaje ya aludido de 2009: "Su condición de "mal estudiante" le acercó a Madrid en 1971, tras ser reclamado por su hermano mayor -auténtico 'pater familias' desde el fallecimiento de su padre, cuando Fernando contaba 10 años- con la intención de quitarle "los pajaricos" de la cabeza. En la capital comenzó a estudiar para, comenta jocoso, opositar a la banca. Como no le fue bien, inició en una academia de la calle de Montera, sin mucha convicción, la preparación del acceso a una carrera de tres años, hasta que coincidió con un profesor "determinante" en su vida. Se llamaba Antonio Cruz y pensó en incentivar a los chavales montando 'La venganza de don Mendo'. Advirtiendo en el joven verdaderas dotes para la interpretación, le animó a realizar las pruebas de la Escuela de Arte Dramático. Una vez superadas, un Fernando "vago y poco madrugador" se transmutó en alumno "aplicado y lleno de ilusión". Adolfo Marsillach le contrató para la serie de televisión 'Silencio, estrenamos', lo que le apartó definitivamente de la escuela. Después llegaría el musical 'Gospel' y a continuación los tiempos "hermosos" de Martes y Trece. "Pasamos de actuar en un pub de Guzmán el Bueno, donde nos pagaban 5.000 pesetas por fin de semana a los tres, a cobrar 150.000 por gala en el 78", recuerda. A finales del 84, cuando dejó el grupo, su caché había subido a las 900.000. "Tuve tres pisos en Madrid, entre ellos un ático estupendo en Capitán Haya y un apartamento precioso en la calle del Prado". El montaje fallido de una obra de teatro le obligó a vender este último, pero Fernando Conde se siente, hoy, "cómodo y a gusto" de alquiler. "Mi casa es lo que hay dentro, no me embarcaría en créditos de por vida", afirma, aunque sí le gustaría tener una segunda residencia en Daroca." Pues, siguiendo con los clásicos, "es de bien nacidos ser agradecidos." Nunci de León Nunci de León

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