domingo, 5 de marzo de 2023

Concha Velasco: la chica yeyé

CONCHA VELASCO: EL CARISMA INCANSABLE DE UNA CHICA YÉ-YÉ "Una señorita de Valladolid" ó "La chica yé-yé" son epítetos (bellísimos) que corresponden en exclusiva a una sola persona y todos sabemos quién es sin necesidad de mencionarlo: la actriz Concha Velasco. Como ocurre con todos los grandes personajes de la Historia con mayúsculas, ella ha hecho que palabras como éstas, tan ausentes de solemnidad por otra parte y que multitud de personas podrían apropiarse y atribuirse con toda lógica, porque en sí y por sí abarcan a multitud de seres, le pertenezcan por derecho a ella y sólo a ella hasta el punto de definirla por antonomasia. Y eso, repito, sólo ocurre con los grandes. Ella es por antonomasia, gracias a una película definitoria de lo que ella fue, aquella joven en quien todos pensamos cuando oímos decir "una señorita de Valladolid" y ella es también, sin duda, "La chica yé-yé", por una canción tan afortunada que después se hizo película y que todos finalmente cantamos. Ha sido la musa y compañera de actuaciones del Dúo Dinámico y ha compartido pantalla y escenario con los más grandes del cine y del teatro español, además de ser la partenaire indiscutible, en decenas de películas, del inefable Manolo Escobar. Lo ha sido finalmente durante mucho tiempo para varias generaciones de españoles y de hispanohablantes, pues la fama le viene de muy lejos y ahora, con la misma presencia menuda y ligera, que sin embargo llena por completo el escenario por grande que sea, Concha Velasco es, aquí y ahora, una escuela viviente de actores. Porque nunca le falta trabajo, al contrario, y por ello, porque se sabe querida y necesaria, nunca envejece. Una figura de fama mundial (véase el Diccionario Mundial de Actores) que cuando ve una tarima (escenario) se vuelve loca y no para hasta subirse a él (es su medio natural). Pero también una gran maestra que aprende a diario y que se pone como un flan cada vez que tiene que subirse a un escenario, por la responsabilidad, de ahí la gran humildad y la gran humanidad que destella. Tal pude comprobar, hace tan sólo unas breves fechas, nada menos que en el Salón de Tapices el Ayuntamiento de Madrid, yo no me muevo por menos. Paso a contarlo: La tuve muy cerca el pasado viernes, 28 de enero de 2005, cuando en el Salón de Cristales del Ayuntamiento de Madrid, actuó como madrina de la XXVI Semana de Cine Español de Carabanchel, que allí se presentaba. La habían elegido a ella y ella había vuelto a Madrid de su gira por España con la obra que ahora representa, junto a Nati Mistral, la obra de Gala Inés Desabrochada. Ya me resulta familiar el evento desde que en el mismo día y lugar conocí de cerca, pero el pasado año, al actor Agustín González, que oficiaba de padrino en aquella ocasión. Y entre la tristeza por el gran actor que nos acababa de abandonar y al que todos teníamos en el recuerdo y la necesidad de mirar hacia el futuro, todos estábamos un poco cariacontecidos y sobrecogidos. Casi nos parecía una traición empezar sin él una ceremonia en que se iba a hablar de cine español. Yo con más motivo, puesto que a raíz de conocerlo, inicié la sección de semblanzas de Noticias Teatrales titulada ¡A ESCENA! Mi gratitud hacia él considero que es, por tanto, doble o triple que la del todo el resto de la humanidad. Nos consolaban en el trance los ojos de Concha Velasco, que tenían un brillo de profundo sentimiento y a la vez de ánimo, porque Agustín González era uno de sus compañeros y amigos, pero la vida sigue. No hay más remedio. Estaba muy elegante Concha Velasco, de rubia y con abrigo a juego, negro y con pinceladas naranja, la chica yé-yé. Para colmo, se anunció allí mismo que el Cine España va a ser demolido en breve, con el propósito (al menos hay promesa, parece ser) de levantar en el solar un gran Centro de las Artes para el barrio de Carabanchel. Tuvo Concha, cuando le llegó el turno, una intervención absolutamente natural en que contempló a pie firme, con todos los allí presentes, un vídeo resumen de toda su carrera y a continuación, cuando por fin hizo uso de la palabra, dijo unas cuantas palabras verdaderas: "Qué va a ser del Cine Español cuando desaparezca el cine España (de Carabanchel), que está a punto de ser demolido en cuantito que termine esta XXVI Semana. ¿Será el viaje a ninguna parte?" Luego mencionó a multitud de compañeros que le habían ayudado en su carrera, dio las gracias a todos con sentidísimas palabras y posteriormente departió con todos hasta el final, pues para aliviar tanta tristeza, se sirvió una copa. El crítico Andrés Arconada, gran amigo de Concha Velasco, le leyó una carta cariñosísima que llevaba escrita (ya lo hizo el año pasado con Agustín González) en que destacó la huella dejada en todos con sus trabajos como actriz de teatro, de cine y de televisión, pero sobre todo resaltó su generosidad personal. Así, dijo Andrés, por poner un ejemplo de lo último, cómo agradecía a Nati Mistral el haberla puesto en cartel en la primera obra que hicieron juntas, siendo Concha entonces una casi desconocida, poniéndola ella a su vez en primer plano y cediéndole con ello tal puesto, en Inés desabrochada, obra de Antonio Gala con la que ambas recorren y han recorrido toda España. La obra ya lleva su rodaje, pues se estrenó en Santander en 2003 antes de llegar a Madrid en 2.004, y después de triunfar en el Teatro La Latina, siguen de gira. El autor Antonio Gala ha declarado escribir sus papeles de mujer madura pensando únicamente en ella, su Concha, y así lo hizo en Las manzanas del viernes (Teatro Fígaro, Madrid, 1977) y Más allá del jardín, película basada en la novela homónima de este autor que protagonizó Concha Velasco (c. 2000). A Concha Velasco tuve la suerte de verla de cerca mucho antes por primera vez, aunque siempre sobre el escenario, varias veces en El Teatro Alcázar cuando representaba La rosa tatuada (1997), de Tennessee Williams, y su voz desgarrada respondía al drama de la mujer abandonada por el marido que era su papel en aquella ocasión. Sus gestos eran los de una heroína trágica, hasta el punto de que los entendidos no pudieron evitar compararla con Ana Magnani, que también había hecho el papel en su día. Raro es poner la televisión y que no salga ella en cualquiera de los canales, pero sobre todo, y ya que de televisión hablamos, es inolvidable su interpretación de Teresa de Jesús, cuya voz y gestos serán para siempre los de Concha Velasco, pues su trabajo constituyó una verdadera recreación del personaje. En las tablas, se consagró con el éxito de Filomena Maturano (1979) y continuó con una serie de títulos entre los que destaca Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, de Adolfo Marsillach, junto a José Sacristán (1981), hasta el punto de convertir esta obra en un pequeño clásico que no deja de reponerse en televisión. En sus comienzos por los años 50, fue bailarina antes que actriz, y hasta artista flamenca con Manolo Caracol, por lo que fue titular del ballet de La Coruña y por fin aterrizó en la Revista de la mano de Celia Gámez. Era por entonces la Revista un género de enorme prestigio y en él descollaron artistas que se consagraron en él, como Esperanza Roy. De su largo e imparable caminar dan fe los innumerables premios que van desde el otorgado por el Festival Internacional de Valladolid en 1985 hasta el Puente de Toledo, que acaba de recibir ayer mismo (6 de febrero de 2005) otorgado por la XXVI Semana de Cine Español de Carabanchel. Géneros, se puede decir que los ha cultivado todos. La comedia fue durante décadas su género favorito, aunque con la madurez, ha demostrado su enorme carisma para hacer papeles dramáticos. Como digo, múltiples veces cerca en el escenario, nunca como hasta ahora en carne mortal. Y como dice Umbral, Concha gana con la cercanía, cuando se la ve sólo como mujer. Lo cual me parece un triunfo después de haber triunfado tanto en todos los escenarios.

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