lunes, 10 de agosto de 2009

Granada

Vengo de Granada, anoche llegué en tren Altaria, carísimo, y que no te garantiza que no vayas a pasar frío y calor, todo en tacadas sucesivas sin que nunca hallen, ni se lo propongan, el tan ansiado término medio. Sobre todo el frío, es insoportable y ridículo. Saqué hasta la toalla de playa de los eslovacos, la preciosa naranja y como de terciopelo, ellos habían ocupado la habitación antes que yo durante 22 días y se la dejaron, en Granada tuve que ir a que me vieran el corazón, una noche me dio un tacazo la cabeza, dicen que las cervicales, que me hizo saltar tod por los aires y fue como si la desgracia de hubiese cernido dobre mí, continué viva por lo visto pero con una sensación de muerte y de fatalidad en la desgracia, qué egoísta y ególatra teniéndolo todo como lotengo, incluso la vida. Lo más curioso: No me importaba estar muerta, sólo el jaleo testamentario que le dejaría a mi madre. Miguel me puso mala cara desde el principio, tenía que estar callada y sentada, que no se notara mi presencia allí, qué miedo tiene de las apariencias, luego dice que no tiene nada que perder cuando te pone verde, que no te lo tomes a mal o que te lo tomes como quieras, estalla en cólera de la manera más chillona e insoportable, simpático con los extraños al instante mientras a ti te lleva al cadalso, no termina nunca la enumeración de agravios, de cosas que has heco mal o impropiamente has dicho. Algunas de sus facetas actuacionales me han recordado descripciones de mi madre llenas de rabia e impotencia incrédula sobre él, sobre alguien de fe y de Dios: fraile idiota, serpiente, víbora, todo eso se me ha pasado por la cabeza oyéndole atacarme y viéndole sufrir horriblemente mientras me atacaba, deseando liberarse de lo quele oprimía (que era yo) y sin poder hacerlo, por sus principios. Me dejó sin sangre, sólo podíamos hablar civiñizadamente delante de extraños, en Comunidad, si no, mudos o la una que tenía que oír, y tratar de entender, los reproches del gavilucho al que quiere (o quiso de niño) y compadece a pesar de la soberbia exhibida. Cómo se explica de mal, deseando ser entendido sólo pro los gritos que le salen de la cabeza, como a Zeus le salió Atenea de un muslo. Los gritos le salen de la frente, se la deforman. le deforman la voz, cierra los ojos y parece que le va a estallar todo, mueve los brazos. Tengo que pedir perdón a mi madre, llegue a escribirle el último día, por la victoria moral que ha supuesto para este retorcido comehígados (se me ha ocurrido que tal vez el tuyo esté enfermo) mi relación con él, mi defensa de él ante los terribles sufrimientos y humillaciones de ella cuando tuvo que dejar la casa en la que les crió. pero luego tb fue verdad lo que le dije cuando se presentó en la estación a despedirme, yo me había casi escapado aduciendo lo cansado que debía de estar para qeu no me acompañara, evitarme el trago y evitárselo yo a él. le dije que había sido una experiencia maravillosa, que le estaría toda mi vida agradecida y así es: Convivir en aquel entorno privilegiado, en aquella ciudad maravillosa, con aquellos santos varones que compartían mesa y espacos conmigo en medio de un respeto inmenso (que nos caímos de putísima madre, vamos) FUE UN PRIVILEGIO QUE SÓLO OBTUVE GRACIAS A ÉL, EN CALIDAD DE HERMANAD MIGUEL. Y eso no se puede olvidar. Ahora bien, si vuelvo, no será invitada por él, nunca más.