miércoles, 22 de febrero de 2012

El árbol de la vida Oratorio de Caballero de Gracia 17 feb 12


El árbol de la vida

The Tree of Life

*****

Director y guionista: Terrence Malick. Intérpretes: Brad Pitt, Sean Penn, Jessica Chastain, Fiona Shaw, Irene Bedard, Hunter McCracken, Laramie Eppler, Tye Sheridan. USA. 2011. Drama. 139 min.
Este quinto largometraje de Terrence Malick (Malas tierras, Días del cielo, La delgada línea roja, El nuevo mundo) ha ganado la Palma de Oro en Cannes y el Premio de la Crítica Internacional (Fipresci), y opta ahora a los Oscar a mejor película, director y fotografía. Se trata de un drama con fuerte acento autobiográfico, en el que el poco prolífico cineasta texano, de origen sirio libanés, exprime casi todas las posibilidades narrativas, poéticas, discursivas e incluso místicas del cine, hasta lograr una impresionante plegaria fílmica a Dios, con ecos de Tarkovski, Dreyer, Bergman, Kieslovski, Wenders y el Stanley Kubrick de 2001, una odisea del espacio. De hecho, esta película es homenajeada por la antológica banda sonora de Alexandre Desplat, que se completa con espléndidas piezas de numerosos compositores clásicos.

Encabeza el filme la cita bíblica completa del Libro de Job 38: 4-7: “¿Dónde estabas cuando Yo cimentaba la tierra? / Explícamelo, si tanto sabes….”. Y, a continuación, una voz femenina sienta las dos coordenadas de la historia: “Hay dos caminos que puedes seguir en la vida: el de la naturaleza y el de la Gracia”, mal traducido al español como “el de lo divino”. Y explica que el camino de la Gracia no teme desagradar ni huye de los sacrificios y los insultos. Mientras que el camino de la naturaleza tiende a la autocomplacencia y la autoafirmación sobre los demás.

A esos dilemas se enfrenta en los años 60-70 del siglo pasado una mujer católica practicante de Waco, Texas, la Sra. O’Brien (Jessica Chastain). Y clama a Dios con desgarradora sinceridad, pues se siente incapaz de sortear la desesperación ante la muerte del pequeño de sus tres hijos, quizás en la Guerra de Vietnam. “Ahora está en manos de Dios”, la consuelan su madre (Fiona Shaw). “¿Pero no ha estado siempre en sus manos?”, le responde ella con pasmosa lucidez.

Una angustia similar a la de la Sra. O’Brian atenaza ya en nuestros días a su hijo mayor, Jack (Sean Penn), un insatisfecho ejecutivo de éxito, que ansía reencontrarse con sus raíces y con Dios. Para ello, rememora con Él su infancia y adolescencia (Hunter McCracken), iluminadas por las felices correrías con sus hermanos R.L. (Laramie Eppler) y Steve (Tye Sheridan), y ensombrecidas por su progresivo alejamiento de su padre, el también católico Sr. O’Brien (Brad Pitt), un hombre íntegro, piadoso y cordial, pero voluntarista, que trata a sus hijos con excesivo rigorismo, lanzando sin querer a Jack a sus primeros pecados conscientes. Malick detiene entonces esas dos tramas principales —que después desarrolla hasta el apoteósico desenlace—, e ilustra con imágenes las primeras reclamaciones de sus personajes a la misericordia divina. Para ello, despliega durante veinte minutos una fascinante sinfonía visual y sonora, a través de la que imagina la creación del universo por Dios —representado como una llama ardiente—, desde el Big Bang hasta la extinción de los dinosaurios. Todo el pasaje hipnotiza con su música excelsa y sus poderosas metáforas naturalistas, al tiempo que subraya el desbordante amor de Dios y el carácter singular del ser humano, como señor y guardián de la creación por designio divino. Malick articula formalmente esos temas existenciales y religiosos a través de un guión fragmentado y sincopado, con muy pocos diálogos estrictos y abundantes silencios y pensamientos en off, dirigidos a la propia conciencia y a Dios. Y expresa unos y otros con tal belleza literaria y hondura moral, que logra conmover hasta la lágrima. En este sentido, hay que aplaudir las excelentes interpretaciones, más presenciales que verbales. Brad Pitt y Sean Penn están impecables; pero destacan especialmente el niño debutante Hunter McCracken —sobre el que descansa gran parte del metraje— y la californiana Jessica Chastain, la actriz de moda tras protagonizar esta película, el notable thriller La deuda y la magnífica tragicomedia Criadas y señoras.

Por su parte, la contemplativa cámara de Malick —sublimada por la cautivadora fotografía de Emmanuel Lubezki—, vuela de un sitio a otro con permanente sustancialidad, logrando implicar progresivamente al espectador en su audaz propuesta, desde los apabullantes grandes planos abstractos de la creación del universo, hasta insuperables primerísimos planos de detalle, pasando por momentos aparentemente prosaicos, a los que arranca emoción y profundidad gracias a una planificación muy esmerada.

Queda así un conmovedor canto a la vida y una verdadera obra maestra, tanto en su utilización de los recursos fílmicos como en su valiente inmersión en la naturaleza trascendente pero herida del ser humano. Una inmersión para nada New Age y profundamente cristiana —y, en concreto, católica—, que afronta algunos de los perfiles más nucleares y complejos del ser humano, como la paternidad, la filiación y la hermandad, la Gracia y el pecado, la fe y la voluntad, el sentido purificador del sufrimiento, el poder redentor del amor —“Si no sabes amar, tu vida pasará como un destello”—, la verdadera alegría de vivir, la Iglesia como sacramento de salvación y, finalmente, el arrepentimiento y el perdón como caminos de plenitud de la libertad humana y de la providencia divina. J. J. M.

 Tema fílmico: El nuevo cine religioso.
Tema de fondo: Providencia divina y libertad humana.