domingo, 5 de marzo de 2023

Fernando Fernán Gómez: el genio al que llamaban dios

FERNANDO FERNÁN GÓMEZ: EL GENIO INABARCABLE E INCOMPRENDIDO Hablar de Fernando Fernán Gómez obliga por fuerza a ser caótico a la vez que selectivo, pues pretender abarcar su inmensa filmografía al mismo tiempo que sus muchos trabajos teatrales y su obra literaria de diverso tipo, nos llevaría a llenar cientos de folios que, por otra parte, ya han sido escritos. Voy a ser por tanto muy personal y a ceñirme a los aspectos que más curiosidad pueden suscitar: Nació Fernando Fernán Gómez en Lima (Perú) en plena gira teatral de sus padres, actores españoles, por Iberoamérica. Tal vez sea esa la causa de que este españolísimo actor y director, genio y figura de fama mundial, se queje de que, mientras su infancia transcurrió de la manera más natural entre escenas de amor, al llegar a la edad adulta, vio cómo tales escenas se le prohibían. Sea como fuere, Fernando Fernán Gómez se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y ya nunca renunció a esta formación, prueba de ello su ingreso en la Real Academia Española en el año 2.000 con un discurso de ingreso titulado La aventura de la palabra. Actor de rápido y duradero triunfo, director a su vez de reconocido prestigio, a su faceta de guionista se deben también algunas de las versiones de los clásicos españoles para la escena, como las tituladas El pícaro o Defensa de Sancho Panza, que otros actores han encarnado para la posteridad sobre las tablas. Pero su genialidad abarca también la pura creación literaria, y de ahí triunfos tan sonados como la obra teatral titulada Las bicicletas son para el verano, representada incesantemente hasta el día de hoy, o guiones de películas que llevan el sello indeleble de su personalidad y de su nombre, como El viaje a ninguna parte (1986), una de las muchas protagonizadas y dirigidas por él mismo, o Styco (1984) de cuyo guión y argumento es autor, además de protagonista. Es también columnista habitual del diario ABC, a la misma o parecida altura de Julián Marías o Francisco Nieva, y hasta llegó a finalista del Planeta con la novela El mal menor. De 2.001 data la publicación de otra novela titulada De capa y espada, sobre la muerte (y la vida) misteriosa y apasionante del conde de Villamediana, y todavía en 2.004, acaba de publicar la obra teatral El tiempo de los trenes, ambas en Espasa Calpe, editorial que tiene en depósito la mayor parte de sus obras publicadas hasta el momento, tanto en teatro (colección Austral) como narrativa y ensayo. Esto que para nosotros es un mundo, al referirnos a tan diversos géneros literarios, lo resuelve él de la manera más sencilla: "Empiezo a escribir y a medida que avanzo, veo si va a ir mejor para guión o para novela". Pero el libro más completo sobre Fernando Fernán Gómez es el que, sobre su persona y su obra, compuso el crítico Enrique Brasó con intención de abarcarlas completas y que, publicado también bajo el sello de la citada editorial en el año 2002, contiene una serie de entrevistas dedicadas a glosar de manera casi exhaustiva, su inabarcable figura. Este libro, titulado Conversaciones con Fernando Fernán Gómez, contiene un repaso completo de la labor de Fernando Fernán Gómez en cine, teatro y televisión, así como una biobibliografía de lo más completa de todo lo escrito sobre él hasta esa fecha. Cuenta en él Fernando Fernán Gómez, cómo, por ejemplo, cuando conoció a Jardiel Poncela, era ya jardielista empedernido, pues había leído sus cinco novelas (entre ellas, Amor se escribe sin h ó Espérame en Siberia, vida mía) que lo habían apasionado. Jardiel era por entonces el autor de la casa en el Teatro de la Comedia, donde Fernán Gómez actuaba en Los ladrones somos gente honrada y era por entonces un autor de proyección internacional, dado que trabajó de manera fija en las versiones españolas de las películas que se hacían en Hollywood. Y fue precisamente actuando en dicho Teatro de la Comedia, como Fernando Fernán Gómez conoció a José Luis Sáenz de Heredia, quien se lo llevaría al cine mediante una tentadora oferta: la película Raza. Era el año 1941, en la más inmediata postguerra. A partir de ahí, la nómina de títulos cinematográficos de Fernando Fernán Gómez pasa de doscientos, y en algunos ha sido a la vez director y actor, tan larga la nómina de uno como de otro. Su faceta de director se inicia con Manicomio (1953) y en una carrera fulgurante, dirige títulos ya clásicos de aquella etapa en blanco y negro, tales como El extraño viaje (1964) o Ninette y un señor de Murcia (1965), donde además es uno de los actores, amén de guionista. En 1974 dirige y escribe para televisión la serie en seis capítulos El pícaro, basada en textos de autores clásicos del barroco español, como Cervantes, Quevedo, Mateo Alemán, Vicente Espinel y el anónimo autor de El Lazarillo. Mi hija Hildegart llegaría a las pantallas en 1977 y El viaje a ninguna parte y Mambrú se fue a la guerra verían la luz ambas en el año 1986. En 1981 es la voz de Don Quijote de la Mancha en la serie televisiva de dibujos animados del mismo nombre. Se vuelca de nuevo en la picaresca que tanto le apasiona con Lázaro de Tormes, en el 2000, obra con la que este mismo año obtiene de la Academia de Cinematografía el Goya al mejor guión adaptado. A sus órdenes, El Brujo y Agustín González, entre otros. En 1993 protagoniza la serie Los ladrones van a la oficina, para la televisión, gracias a la cual Manuel Alexandre confiesa haber podido, por fin empezar a ahorrar.. Actor a su vez en casi doscientas películas, en alguna de las cuales se ha dirigido a sí mismo, como las citadas El extraño viaje, o Ninette y un señor de Murcia, o La venganza de don Mendo (1961), no ha abandonado nunca el teatro: Ya hemos hablado de Las bicicletas son para el verano y de El Tiempo de los trenes, dos de sus obras de creación literaria específicamente teatral. En 1992 creó para el teatro una obra sobre el tema que nunca deja de apasionarle, la picaresca. Es así como compone El pícaro: Aventuras y desventuras de Lucas Maraña, estrenada ese mismo año en el Teatro Cervantes de Alcalá de Henares. En 2002 escribe para las tablas Defensa de Sancho Panza, un monólogo estrenado ese mismo verano en el Festival Internacional de Almagro, y finalmente traído a Madrid, al Teatro Infanta Isabel, siempre representado por el actor albaceteño Juan Manuel Cifuentes, con un éxito impresionante. Tanto, que la representación se prolongó en dicho teatro madrileño durante varios meses más de lo previsto. Es, como no podía ser de otro modo, gran recitador de textos poéticos, entre ellos los de Bertolt Brecht. Y todavía hoy, mientras escribo estas líneas, pone la voz en off en el Teatro Reina Victoria, a la obra Tres hombres y un destino, que llevan a cabo sus colegas de tantas producciones José Luis López Vázquez, Manuel Alexandre y Agustín González. Sin embargo es un genio insatisfecho, algo que debe ser inherente a su condición de tal, lo que hace de él un ser doblemente atractivo, rodeado, salvo excepciones de personas incondicionales, de la más absoluta incomprensión. Con ocasión del estreno de La lengua de las mariposas (1988) en la que hace de maestro rural en la Galicia de postguerra, confesaría a Raúl del Pozo: "Cuando era joven, por luchar contra la timidez, ya era antipático. Siempre lo he sido". Ha protagonizado incluso algún escandalillo por mor de su carácter, lo que hace que yo lo admire más aún. Además, cualquier cosa que haga o diga este genio, tiene una repercusión enorme. Tanto mejor para los que no tenemos la oportunidad de hacernos oír. En cuanto a los premios, tampoco es mala cosecha: Estrenó los Goya, en 1987, llevándose nada menos que cuatro galardones. Efectivamente, como que hubieran estado esperándole, para él fueron, seguidos uno detrás de otro, el Goya al mejor director, a la mejor película y al mejor guión por El viaje a ninguna parte; y el Goya al mejor actor por Mambrú se fue a la guerra. En 1978 fue Premio Lope de Vega, que se concede cada año a la escritura dramática, por Las bicicletas son para el verano, obra genial que inmortalizara el actor Agustín González en el Teatro Español y que marcaría toda una época al retratar con mano indeleble la postguerra española en lo que Unamuno llamaría su intrahistoria. Posteriormente Las bicicletas son para el verano no ha dejado de reponerse y fue llevada al cine con gran éxito por Jaime Chavarri en 1983. Fue Premio Nacional de Teatro en 1984 y, ya hemos dicho que llegó a ser finalista del Premio Planeta, en 1987, con El mal menor. En 1995 fue Príncipe de Asturias de las Artes y en 1999, Premio Donostia del Festival de Cine de San Sebastián. "Los premios hacia la misma persona, por ser tantos, se desvalorizan unos a otros", dice él mismo para curarse en salud. Tal vez para compensar, hace más de treinta años que ostenta el Premio Limón, otorgado por la prensa. Ya hemos hablado más arriba de lo que él piensa sobre el mal carácter que injustamente se le achaca: es pura timidez. Sin embargo, lo más grande le falta aún por hacer y reconoce que le quedan muchos territorios y muchos saberes por explorar, culpa de ello, en parte, su pasión reconocida por la interpretación de personajes vulgares. Ha abandonado ambiciosos proyectos cada vez que le ofrecen uno. De ser así, lo vulgar tendría una acepción distinta a la que entendemos por tal. Hace dos días que vi El Abuelo, de Galdós y de J. L. Garci (1888), por enésima vez. Espero verla muchas más veces. Él tiene la cualidad de convertir lo vulgar en inolvidable. Anunciación Fernández AntónMaría Anunciación Fernández Antón

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