domingo, 5 de marzo de 2023

José Sacristán

JOSÉ SACRISTÁN: EL ÚLTIMO CÓMICO DE LA LEGUA Hablo ahora de él porque para mí, dramatúrgicamente hablando, José Sacristán, con su actuación en Almacenados, significa la joya del otoño 2005 en Madrid, a pesar del inmenso esfuerzo que me supone abarcar toda su obra cuando lo acabo de tener tan cerca. Cuando estoy todavía bajo su influjo: José Sacristán nació en Chinchón (Madrid) e inició su carrera teatral en 1962. Pertenece por su oficio a una estirpe de cómicos ya casi extinguida y de la que tal vez sea el último representante. Uno de los últimos podemos decir. Nombres ilustres de la escena española como Pepe Isbert, Juan Antonio Riquelme, Fernando Morán, y el mismo Fernando Fernán Gómez, fueron sus maestros en el arte de representar. De la misma manera que Manuel Aleixandre, Agustín González y Adolfo Marsillach fueron, además de maestros, sus compañeros de oficio, como él reconoce. Tan consolidada es su carrera artística que se puede afirmar de José Sacristán que sus papeles estelares, allí donde roza la perfección, son aquellos en que se representa a sí mismo. Tal sucede en la última obra de teatro que podemos disfrutar en estos días (1), Almacenados, de David Desola, en el Teatro Fígaro, donde el personaje que representa Sacristán no es otro que él mismo, salvadas, claro está, las diferentes circunstancias profesionales y vitales, pero en todo lo demás, clavados: los mismos gruñidos (malhumorados o tiernos), la misma actitud corporal (cabreada e indefensa a la vez), y me pregunto cuánto le habrá costado a Sacristán conseguir esa maravillosa naturalidad, que tan fácil nos parece, de representarse a sí mismo. Recuerda con especial pasión, ahora que vuelve al Fígaro, cómo en el año 1972 hubo de trasladarse aquí desde el Teatro Benavente para seguir con el éxito de Balada de los tres inocentes, de Pedro Mario Herrero, que se vio desbordado más allá de las previsiones de la empresa y por eso hubo de buscar otra sala. Poco después de iniciar su carrera teatral, arrancaría también la cinematográfica, en 1965, y demás se ha dirigido a sí mismo y a otros en varias películas, con lo que también es director. Sus inicios en el cine lo fueron en la comedia de género, que tenía fuerte demanda por aquel entonces en el mercado español (se hacían 200 películas al año), gracias en parte a unos productores heroicos que se lanzaban a la piscina sin miedo -y hasta sin agua-, sin subvenciones y con la censura apuntando cual espada de Damocles. Pero el miedo agudiza el ingenio y de ahí que un género que satirizaba los usos y costumbres españoles, amén de poner en solfa los mitos consagrados como el del macho ibérico, daba cabida al ansiado destape y se nutría del turismo nórdico, la libertad sexual y otras "asignaturas pendientes". Género que más tarde caería, ya con la modernidad conquistada y todas las asignaturas aprobadas, en el desprestigio y que hoy se rescata del olvido gracias a las televisiones con programas como "Cine de barrio", en la primera cadena, al que pronto seguirían otros en los nuevos canales. Y a un público que, libre de complejos, se ha dado cuenta de los valores de aquellos trabajos enormes y de aquellas gentes pioneras. De aquella época recuerda Sacristán con especial cariño a Alfredo Landa, actor al que también se había unido indisolublemente a una vis cómica y que dio sus frutos como talento dramático cuando tuvo ocasión. Y a José Sazatornil, compañero además de teatro. Y a tantos otros, pues su filmografía no tiene fin como veremos más abajo. Sin embargo, allá en sus orígenes más remotos, antes de empezar a ser conocido por el gran público, en la vida de Sacristán está el teatro. Sólo que, como ocurre con tantos actores, sean de la generación que sean, la contratación impone sus reglas y muy tempranamente se decanta por el cine y la televisión, si bien, cuando vuelven a pisar las tablas, lo hace con ganas. En el caso de José Sacristán, y escribo estas líneas bajo el influjo de las palabras que acabo de oírle con motivo de la rueda de prensa para presentar "Almacenados", mejor oírle a él: -Es un gusto -dijo- poder elegir después de 40 años de ganarse el pan (y algo más para untar con el pan), poder elegir, digo, lo que uno quiere, para dedicarse por completo a una obra sólo por el placer de hacer lo que te gusta. Y es una gozada, cuando todos se quejan del síndrome postvacacional, que yo no sé lo que es, tener un oficio en que estás deseando volver al trabajo. Porque para nosotros la verdadera tragedia postvacacional es no trabajar". Parece evidente que lo de actuar ante un público es un lujo que a veces se compagina con otros trabajos y que sólo en el caso de unos pocos privilegiados se puede hacer con dedicación exclusiva. A Sacristán lo hemos visto recientemente (20 años no es nada) en Las guerras de nuestros antepasados, de Delibes, estrenada en 1990 en el Teatro Bellas Artes. Más tarde vimos a Manuel Galiana en el mismo papel, también magistral (qué suerte ha tenido esta obra con los intérpretes), porque Sacristán había dejado el listón muy alto y era dificilísimo no pensar en él a cada paso viendo a Primitivo Pérez o como se llame el loco aquel inolvidable. También tocó y profundizó el mundo tétrico de Strindberg en Danza macabra, sin desdeñar autores españoles totalmente distintos como Arniches (Anacleto se divorcia ó ¡Que viene mi marido!), en el teatro La Latina de Madrid. Cuando se puso a cantar, que también tiene la carrera de canto, hizo un Caballero Don Quijote extraordinario con su voz de barítono en el musical El hombre de La Mancha, junto a Paloma San Basilio. Fue por entonces cuando la Gran Vía empezó a parecer Broadway, por la fiebre de los musicales que iniciaron ellos y luego siguieron otros para aprovechar el tirón que sigue hasta hoy. También probó su voz en un montaje sobre Mozart, Amadeus, que cosechó un gran éxito. A mí me gustó Sacristán sobre todas las cosas cuando hizo Flor de otoño, de José María Rodríguez Méndez, para el cine, papel que bordó como nadie y que ahora que la obra se ha vuelto a hacer en teatro, se vuelve inolvidable en su papel, pesa y gravita sobre la función, pero me divertí muchísimo con Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, de Marsillach, al lado de Concha Velasco como partenaire. Ésta también en cine, pero después se la he visto hacer a otros en las tablas y para mí no hay parangón. Haciendo de argentino Sacristán está de escacharrarse, y eso hizo que por entonces yo le perdonara la cara de acelga, y de antipático en una palabra, que a mí se me hacía que tenía para todo lo que no fuera él mismo. Hasta el otro día. Que el ego lo tiene, nadie lo duda, narices, ¡que es un actor!, pero justo por eso son una gozada las ruedas de prensa con él, porque es un tío que habla de sí mismo y sólo de sí mismo, como debe ser. De lo que le concierne y punto. Serio y como medio cabreao, sin eufemismos ni rodeos (mucho menos con repeticiones), que es como hablan los hombres. Cada palabra suya pesa un kilate y no hay vuelta atrás. ¿A qué repetir? En cuanto a sus incuestionables méritos como actor y director de cine, podemos afirmar que se consagró gracias al éxito de Vida conyugal sana (R. Bodegas, 1973) y se convirtió en uno de los actores más importantes de su generación, interviniendo en películas como Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1976), la ya citada Un hombre llamado Flor de Otoño (Pedro Olea, 1977), Solos en la madrugada (José Luis Garci, 1977), Operación Ogro (G. Pontecorvo, 1979), La colmena (Mario Camus, 1982), Epílogo (Gonzalo Suárez, 1984), La noche más hermosa (Manuel Gutiérrez Aragón, 1984), La vaquilla (Luis García Berlanga, 1985), El vuelo de la paloma (José Luis García Sánchez, 1988), Un lugar en el mundo (Adolfo Aristarain, 1992), El pájaro de la felicidad (Pilar Miró, 1993), Madregilda (F. Regueiro, 1993), Adán y Eva (J. Leitao, 1995) y Pasiones rotas (N. Hamm, 1998). En cuanto a la televisión, ha intervenido en las series ¿Quién da la vez? (1995) y Éste es mi barrio (1996). Ha dirigido e interpretado Soldados de plomo (1983), Cara de acelga (1987) y Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? (1992), ya comentada. (1) Para situar lo que se cita como actualidad se debe tener en cuenta la fecha de redacción de este trabajo: octubre de 2005 Anunciación Fernández Antón María Anunciación Fernández Antón

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