martes, 7 de marzo de 2023

Agustín González

AGUSTÍN GONZÁLEZ ES UNO DE LOS POCOS ACTORES DE LOS QUE SE PUEDE DECIR QUE LLENA EL ESCENARIO Agustín González es uno de los pocos actores de los que se puede decir que llena el escenario, la pantalla o el cartel donde le pongan, con su sola presencia. Uno de los pocos, escasísimos en su oficio, de los que se puede decir que estando él en el reparto, uno no se va de allí con las manos vacías. Por mala que sea la obra. Por mucho que no haya nada que salvar de ella, de su argumento, de su temática, de sus métodos, si está Agustín González... ¡Ah, me quedo! Son palabras mayores cifradas en un nombre y en un apellido de lo más vulgares (perdón por la licencia, una misma lleva el sufrido Fernández), lo que significa que en cada una de sus actuaciones Agustín González fue dejando indeleble su huella y marcando con ella lo más profundo de nuestras memorias hasta hacer de su nombre casi una marca registrada. Y uso La palabra 'memorias' en plural porque me consta que no es sólo a mí, ni siquiera a unos pocos aficionados a quienes su figura conmueve, sino que sus actuaciones y su persona forman parte ya de eso tan abstracto pero tan bien entendible que venimos llamando memoria colectiva. Para decirlo con palabras del crítico Andrés Arconada, Agustín siempre sale ileso de sus actuaciones, no hay ni una sola en que él no se salve por malo que sea el papel encomendado. "Agustín, eres un asco, no se puede decir nada malo de ti", rabia amistosamente el crítico. Pero este salir ileso debe extenderse también a la vida privada, porque es imposible encontrar a alguien, ni siquiera un compañero de fatigas que te pueda proporcionar una mala crítica, una malicia sabrosa de esas que tanto gustan y que dan para reírse un rato entre colegas de oficio, mucho menos un chismorreo malintencionado sobre Agustín González. Un hombre tímido, afable, muy currante, con un gran sentido del humor y que hasta canta flamenco y zarzuela. Canta zarzuela y flamenco y la canción que se oye al principio de El Verdugo lleva su voz. Con estas condiciones un actor sólo puede serlo de arriba abajo. Empezó muy temprano en el teatro y aunque el éxito le llegó con Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre, a las órdenes de Luis Prendes en el Teatro Beatriz, ya había debutado antes en el Teatro Español con Tres sombreros de copa, de Mihura, a las órdenes de Gustavo Pérez Puig. A este Teatro ha seguido unido hasta el momento, pues la temporada pasada actuó en el reparto de El alcalde de Zalamea. No era el papel principal, sólo un militar aquejado de gota que deseaba poder encontrar posada y descansar castellanamente, pero aquel dolor en la pierna de Agustín González quedó inmortalizado para siempre. En este Teatro Español representaría la obra que lo consagró definitivamente: Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán-Gómez (la película también, sí, pero sobre todo la obra de teatro). Sobre este escenario dio entonces Agustín la medida precisa y exacta de lo que es un genio. Un papel dificilísimo para el que, por seguir con el citado crítico Arconada, "hay que ser muy hombre para hacer bien ese papel, no basta con ser buen actor, hay que ser además muy hombre." En sus muchos años en el Teatro Beatriz recreó obras y compuso en ellas personajes inolvidables, tanto españoles como extranjeros, que forman un corpus envidiable capaz de dejar con la boca abierta al más plantado y en el que Agustín González siempre estuvo magistral: Luces de bohemia, de Valle-Inclán, Sopa de pollo con cebada, de Wesker, Todos eran mis hijos, de Miller, y un largo etcétera que no está en mi propósito agotar. También ha triunfado en el cine y en la televisión. Muy recientemente aún, lo he visto hablando en público: era en el salón de cristales del Ayuntamiento de Madrid, donde presentaba (o mejor 'representaba' porque todo él es representación en el más puro sentido de la palabra) la XXV Semana de Cine Español en Carabanchel, que lo ha nombrado padrino de honor y le premia con la entrega del Puente de Toledo. Contó anécdotas, habló de su afición a los toros, de las tardes pasadas en la de Vista Alegre, nos tuvo con la boca abierta, de pie y cansados como estábamos, sin permitirnos el más mínimo bostezo. Eso es un actor, que encanta sobre todo por su sencillez. Cómo sube al escenario, cómo se lo piensa antes de hablar, cómo agacha la cabeza como buscando las palabras que no vienen, cómo carraspea. Yo que odio los carraspeos, me quedo extasiada esperando: ¿Pero no va a decir nada más? Agustín, por favor, di más, que esta gente se merece tu palabra. Y la están esperando. Hay que rogar para que, una vez arrancado, no nos deje así. Que no tenemos prisa con tal de seguir oyéndote, Agustín González. Fotos: Cedidas por los organizadores de la XXV Semana de cine español en Carabanchel María Anunciación Fernández Antón

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