sábado, 27 de noviembre de 2010

Fustigadora de soplapolleces

Como me titulo así en mi perfil, he de aclarar por qué me declaro Fustigadora de eso (entre otras cosas). Hace dos días se celebraba el Día contra el Maltrato de Género. Para empezar, eso de que se entienda por tal el que se ejerce sobre la mujer, y sólo sobre ella, me parece una soplapollez. Ya el nombrecito se las trae, con ese determinante "de género" que debe de ser una mala traducción de alguna ley de otros países, siempre copiando mal, como la LOGSE. A mi entender, y conforme a mi experiencia y a la lógica más elemental, la violencia no es de género ni de nada, puesto que la ejerce siempre el fuerte sobre el débil, sea éste lo que sea: hombre, mujer, niño, o el pitecanthrópidus de la Isla de Java. Que la posición de dominio la venga desempeñando tradicionalmente el hombre, eso no excluye que siga siendo del fuerte sobr el débil ni que pueda suceder lo contrario cuando los papeles se cambian. Puede darse incluso en la misma persona al cambiar de status y de salud. ¿Pero es que no hay mujeres que maltraten a los hombres? ¿Y hombres que se dejan morir antes de denunciar porque prefieren morir: de vergüenza y porque nadie les creería? Yo conozco casos, aunque no los puedo decir y para qué: las víctimas descansan ya en paz. Pero ni siquiera ellas me apoyarían de estar vivos por las razones citadas.
Pero volviendo al Día D, que fue el 25, creo, a las 9 de la mañana salgo del Café Comercial y veo en unos balcones que hay enfrente, pertenecientes a una Academia, a varias chicas ya mujeres, bellas y jóvenes y sonrientes la mar, que ocupaban sendos balcones con pancartas, supongo que hechas por ellas mismas, con gran profusión de dibuj0s y colores, labor en la que eran capitaneadas por dos hombres jóvenes pero mayores que ellas, deduje que sus profesores. Ellas chillaban y reían mirando a los pasantes y ellos, cinta aislante en mano, fijaban las pancartas a los hierros del balcón. Era una fiesta. Eran las 9 de la mañana. De repente se fija en mí que permanecía seria esperando el semáforo: ¿Señora, no la gusta? Mira qué cara pone, dijo otra. De repente, una voz desgarrada de h que gritaba con todas sus vísceras, me arremete con los brazos en alto (menos mal que estaban en un segundo piso): Señora, por favor, señora. Escandalizado de que no aplaudiera, digo yo, me hubiera quemado en la hoguera mientras seguía atacándome con el señora, señora. Ya podía cruzar y poner a salvo mi vida, cuando por fin dije a voz en grito aunque estoy sin dientes: "¡Hay que estudiar!" Allí les dejé airados e indignados. ¿Pero qué les puede importar la incomprensión de una diminuta mujer ante el plauso general? ¿Por qué arremeten contra la excepción?
Esas chicas estaban siendo engañadas por sus tutores que las tienen pegando pancartas reivindicativas contra lo que sea en lugar de obligarles a estudiar para salir de su situación de dependencia. Por su edad, o estudian FP o están en fase de recuperación en esa Academia. Dándoles la razón y adulándoles, esos tutores tan majos, no van a conseguir que salgan adelante, aunque sí van a conservar su puesto. Mejor que si les dicen la verdad. Y se trata de eso, ¿verdad? Sálvese quien pueda.
La directora de mi banco tiene el mismo estilo que usaban antaño las chicas de placer, al menos como yo las conozco por las novelas de CJCela y otros. Estamos en un Banco, cosa que ella pretende hacerte olvidar, es decir, un lugar donde te palpan la cartera, que es lo que hacen con suma gracia las chicas de placer. Para culminar el símil, cada vez que abres la boca para decir algo (algo referente a tu dinero, pues para eso has ido al Banco), te tapa la boca con un: "Ay, qué cosa más bonita, a ver a ver cómo te queda, ay mírala qué moderna"... Y mientras tanto, te palpa las solapas, te hace levantarte como antes te hizo sentar, te ofrece un caramelo o una chocolatina, te torea de tal manera que te hace olvidar o dejar, por absurdo en tal contexto, el objeto de tu visita al Banco, porque además se tiene que ir ya mismo, perdona, al notario. ¿No es esto la vieja táctica de las putas aplicada a los negocios? Para desdramatizar el trato con el dinero (que te pueden estar robando) no han encontrado nada mejor que un: "Ay qué mono te queda eso, a ver a ver ponte de pie, ay qué cosa más mona." Yo un día la meto un puñetazo. Después la pediré perdón porque no me habré podido controlar, pero se lo meto y se lo meto. No puedo más.
Lo de cónyugue es de la ministra de sanidad, como ventri tui es de la Bollaín en También la lluvia. A mí esos detalles me invalidan toda una institución, se ve que no hay base y por eso han triunfado en el sistema, precisamente por su falta de prejuicios. Quién sabe, quién sabe si no tendrán razón las chicas de la C/ Fuencarral al salir a pegar sus pancartas a las 9 de la mañana de un día laborable. Sobre todo si consiguen salir en la tele en tal actitud, sería la consagración, porque eran muy guapas.

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