jueves, 10 de marzo de 2016

La modista, 18 de marzo Espléndida Kate Winslet con modelos de alta costura


El argumento se parece al de Proceso por la sombra de un burro, de Dürrenmat, donde una mujer (María Jesús Valdés) que había sido expulsada de su aldea cuando era una pobre niña indefensa vuelve triunfante para vengarse de todos los que la obligaron a marcharse y así restituir su honor y su buen nombre. Todo se desenvuelve en un proceso abierto que, a modo de juicio público, les obliga a confesar lo que durante 30 años o más han guardado celosamente. Esto, que acaba siendo higienizante para todos, concluirá para mayor abundancia, en una magnífica hoguera porque en el proceso de esclarecimiento, ha muerto su amor y ha muerto su madre, queda claro que en ese pueblo ya no hay marcha atrás.


Destaca sobre tanta miseria humana, el vestuario de lujo, y sobre la sequedad paisajística, las carnes muy bien puestas de Kate Winslet.
Estamos en Australia, años 50. Magnbífico secarral por fuera, todo es hipocresía de puertas adentro. La aparición de Tilly Dunnage (Kate Winslet) contrasta enormemente con este paisaje y estas gentes semiandrajosas que sin embargo valen más por lo que callan. Ella es una hermosa mujer que, tras muchos años de trabajo en exclusivas casas de moda de Roma, NY, París, regresa a su casa en una pequeña localidad (Dungatar) para corregir las calumnias con que la forzaron a marcharse años atrás.
El papel de su madre, Molly (Judy Davis), es espléndido y su reacción por fin es partidaria de su hija: "vosotros sois lo que le habéis matado (al novio) porque le habéis obligado a demostrar por medios bárbaros que ella no está maldita. Sois vosotras las que estáis malditas", librando así a su hija de la nueva culpabilidad contraída.

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