sábado, 9 de enero de 2010

El Cabrero

Me impresionó ayer en su concierto El Cabrero, con su terrible presencia, sus manos y su cuerpo todo, y sus palabras terribles y certeras, auténticas aunque esta palabra haya perdido su sentido. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que había hombres así, con voz y con palabra, que la mantenían aunque les mataran por ello, yo conocí a alguno. Así se lo acabo de decir a Miguelito que no sabe lo que es tener palabra, qye te vende en cuanto llega otra u otro.
Un tiempo no muy lejano, ya digo, yo conocí a alguno de ellos sin necesidad de remontarme los 100 años de la CNT, con hombres como Cipriano Mera a quienes incluso sus propios compañeros "celaban su heroísmo", queriendo hundirle a toda costa con calumnias, incluso ya en Francia, en el exilio después de largos años, derrotas y prisiones, habiendo salvado milagrosamente la vida; después de una pena de muerte conmutada in extremis por su repercusión internacional; tal vez les hacía falta un mártir, más útil su muerte que su vida, su liderazogo indiscutible no lo podían soportar los prácticos. Este Cabrero me pareció de esa raza de h que ya no quedan, con su voz tan clara y poderosa que ya no hay quien calle porque es la voz de un hombre libre al que hay que respetar, sí, pero tb dejar de lado, por poco "correcto", que hay que ir con los tiempos y allí todos parecían vivir muy bien. Habían pagado 3 de entre todos, los más idealistas, y el Cabrero seguro que ni cobró, todo para los compañeros y contento, pero es evidente que así no se organizan las cosas, que así no funciona la vida, ni el arte.
Tuvieron que recurrir a los pobres de los caminos (Internet, y dentro de ella Ester Bellver, que lo pasó a toda la tertulia de García Calvo, que no fue, si va le hacen la foto y ya entraríaa formar parte de la fe en algo, ese engaño según él), para que llenáramos aquello, el grandísimo Teatro Compac Gran Vía, y fue un éxito, sí, pero pagar 3, y así es como fracasan las cosas y se pierden las guerras. Entre todos la mataron y ella sola se murió, decía Enrique Llovet de La República. Menos mal que no estaba allí Lala la Repu, mi vecina, que si está, me amarga la fiesta.

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