domingo, 19 de mayo de 2013

Enseñanza, toros y Sahagún

Acabo de leer el texto de Antonio Muñoz Molina titulado Memoria crítica publicado en El País en el mes de marzo. Los pelos como escarpias. En él se refleja nítidamente lo que ha sido la enseñanza en los últimos años y el desprestigio absoluto del profesor, todo ello perpetrado a manos de los "progres", que en lugar de defender los valores de la República y la Institución libre de Enseñanza, se dedicaron a cargarse los logros de la etapa anterior, como el bien estructurado bachillerato. Esto de que fueran los "progres" quienes promovían y amparaban tales desmanes significaba que no se podía protestar ni siquiera mínimamente al hecho indiscutible de que no se diera clase en absoluto, por ejemplo, ya que el claustro estaba dominado por ideólogos que reprimían con carcajadas y descrédito cualquier intento de oponerse a aquel estado de cosas que eran la piedra angular de la Reforma: hay que aprobar a todo el mundo, no hay que exigir nada porque al acabar la etapa, cada alumno sería como poco, Goëthe. O Bach. O Dante. Todo ello logrado por la pura bondad de la doctrina reformista.


Se llamaba "facha" al profesor que pretendía explicar, ni siquiera mínimamente, lo más elemental, el más mínimo y elemental de los conceptos para poder seguir adelante: Que llegó un momento en que no sabían nada, pero nada, nada de nada. Y esto de facha (Ahí va el facha) no se lo llamaban los alumnos, se lo llamaban los profesores (los compañeros/as). Eso era lo más sangrante, la cobardía y entreguismo de los llamados compañeros. Se supone que el autor es un tío de derechas y sin embargo, refleja el sufrimiento de estos profesores mártires de su vocación, tildados de "fachas" durante las últimas dos décadas ¡por querer enseñar!

El día 16 en Sahagún se presentó el cartel taurino, escasísimos los jóvenes allí presentes, casi todo gente mayor. Se habló del hedonismo de la juventud, del buenismo y del miedo al riesgo de vivir intensamente la vida que nos ha llevado a ocultar la muerte en tanatorios como si ésta no existiera, como si ésta no formara parte de la corriente de la vida... Allí presentes los dueños de la Dehesa Valdellán y algunos apoderados taurinos, apasionados todos del tema, arrimando el agua a su molino... Yo no quisiera ser más lista que Picasso o Lorca o Goya, pero sobre todo tengo claro que ese animal tan bello por su bravura, tan imponente que apenas podemos mirarlo cara a cara sin temblor, no existiría si no fuera por la lidia. Razones económicas, sin ir más lejos, harían de él un fantasma del pasado. Sólo con esta razón, ya me vale. Y si algo se hizo mal, que se corrija, pero es cierto que el torero se juega la vida frente al toro. Son dos vidas que se ponen en juego. No siempre gana el hombre.

Y lo mejor, el alcalde Emilio Redondo cuando dijo, en muy pocas palabras, que él no es hombre de discursos, que la corrida estaba "destinada a Sahagún y su comarca porque no lo olvidemos, sin su comarca, Sahagún no es nada. No es nada". Y se hizo el silencio. Un silencio al que acompañó un vino de la tierra en los soportales. Afuera diluviaba.

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