martes, 31 de marzo de 2009

My mother

Volviendo a casa from Palace Dancing Queen, enciendo el móvil que dejé chupando su biberón de luz corriente: Llamada perdida (2) de su señora madre. -¿Hora? 22. Improcedente. ¿Edad? 86. Imprudente. Alerta problems, me cago hasta en lo más limpio. Enciendo a las 7 y llamo, ella vela al alba: Que ahoar no puedo, estoy en la cama. Olé! Sólo quería saber mis planes para el de Ramos, que ya llegan los de Vic y tienes que estar. Mejor que yo vive y mora. Es mi logro y mi honra, my mother.
Los de la casa trinaban a su manera (carreras, pateos, rechinar, persianas que se cierran con furia, postigos que se golpen con saña delatora) qué puedo hacer yo. A mí tb me han llegado cosas a través de lso tabiques que hubiera preferido mil veces no oír. Soy la primera perjudicada por activa y por pasiva: Por un lado no puede haber vida privada, y por el otro, te enteras de cosas que te hacen perder hasta la inocencia. Cuando se es de una familia en la que no hay nada que rascar, no se comprende, sí se comprende pero uno no se lo imagina, cómo, las vísperas de la muerte de alguien, se puede montar un drama para forzarle a cambiar un testamento, por ejemplo. Y sólo lo comprendes ante el hecho irrefutable de su muerte, los gritos, las algarabías, el dolor, la soledad que propicia el acorralamiento, todo lo que oíste, cobra sentido ante el hecho y te estremece, hasta entonces no sabías de qué se trataba.

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