jueves, 15 de octubre de 2015

El coro, con Dustin Hoffmann, buenísima, un canto al "centro de gravedad permanente"

A lo maravilloso que es que le importe a uno algo en la vida. Aquí el protagonista, un niño, está totalmente perdido, es insociable, destroza, responde a las atenciones con desdenes, no se fía. Incluso cuando la música entra en él, sigue sin fiarse de nadie. Ha entrado allí porque un misterioso mecenas ha pagado para que lo tengan, pero a él sigue sin importarle nada, su destino es ser carne de cañón.
Sólo cuando ante la insistencia de Dustin Hoffmann, el director del coro, ve que puede tirar por la borda lo que más ama, la música (hasta entonces no se había dado cuenta de lo que significaba para él, del privilegio de tener su voz), decide luchar para controlarse. Entonces el niño díscolo está ganado.

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