miércoles, 13 de julio de 2011

La prima cosa bella, Paolo Unzi

Me ha ecordado a tía Caya, ahora en una residencia, mi madrina y valedora de mi infancia, una revolucionaria en el tema relaciones en aquella España terrible que estigmatizaba todo. Juan: Tu madre es una mujer maravillosa y tú te criaste cmo un príncipe cuando te podía haber tirado a un reguero, pero tú eras la vida para ella y todos los sacrificios eran gloria si eran para ti.
Es un film alegre y triste, dramático y bufo. Es un regalo de los clásicos el mezclar lo cómico con lo trágico y así desdramatizarlo, distanciarlo para que no nos pueda. Una mirada seria pero desdramatizante. Salí de Liborno con la rabia con que se escapa a los 20 años de una ciudad provinciana, pero siempre he querido volver a esta ciudad comida de rumores, prejuicios que marcan la vida de la gente, imposible crecer. Sólo un ser como Anna, la madre del chico traumatizado que no ha podido asumir el amor por una madre tan estupenda y rompeprejuicios, tan inocente y frívola a la vez, puede seguir siempre adelante, qué historia. No es la nostalgia, no hay sitio para ella en la peli. No hay malos, también ellos son víctimas de su circunstancia y hay por dónde redimirlos, la Mama los quería. El amor de su vida era aquel hombre (el padre de sus hijos) que la maltrató porque estaba loco por ella, se querían demasiado, dice ella, no podía con aquella mujer tan bella y libre a su lado, por eso murió prematuramente al echarla de casa. Son temas personales y a la vez universales -sigue Paolo- que tocan mucho la fibra, ingenuidad y alegría vital contagiosa. El prota, de niño, es casi el novio de la madre y de repente, es el padre (de ella), que se muere y que no ha cambiado nada, eso es su maduración y la de todos: De hijos pasamos a ser padres de nuestros padres.

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