sábado, 18 de abril de 2009

David Coll

Tiene algo de su padre en la cara y en el gesto, pero es mucho más grande de cuerpo, un poeta mefistofélico y tremendista en alejandrinos, que hay veces que evoca a Baudelaire, otras Poeta en NYork y otra directamente a Sabina. Tan tremendo es que da la risa, diciendo verdades como puños. Y se recita a sí mismo. Uno de los presentadores dijo que su voz tonante era como la de Sténtor, rapsoda de la Iliada. José Alcalá Zamora, nieto del de Priego, lo alabó y lo vituperó todo en uno: Una memoria extraordinaria que es capaz de recitarse sus poemas sin dudar en medio de un humo insoportable del café nocturno y que tiene repeticiones, ripios, además de la rima, muy repetitiva. Un poeta, dijo, debe encontrar la palabra esencial, ésa que no admite ninguna otra. Lo comparó a Guillén (pero en bueno, risas) por usar la décima o espinela, con Espronceda y concluyo que era una de las voces del siglo XX-XXI. Otro habló de Herácilito el oscuro llamado quien dijo: La guerra (es decir el conflicto) es la madre de todas las cosas. Y dijo que su afición al diablo es propia de un bendito, alguien que habla totalmente en serio y que además usa formas métricas arcaicas.

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