sábado, 7 de octubre de 2017

Presentación de la edición en DVD y Blue-ray de 'Siempre/Todavía', ópera sin voces de Alfredo Aracil, con textos e imágenes de Alberto Corazón
JUEVES 5 DE OCTUBRE A LAS 20.00 HORAS - EN LA QUINTA DE MAHLER
En 'Siempre/Todavía', ópera sin voces, Alfredo Aracil ha escrito una música para piano solo que se interpreta junto a una serie de imágenes de Alberto Corazón proyectadas en una pantalla, desvelando poco a poco un texto, unas anotaciones del pintor durante una estancia en Damasco antes de la tragedia que hoy la asola.

Para presentar la edición del Museo Universidad de Navarra en DVD y Blue-ray de esta obra, visitarán La Quinta de Mahler Rafael Llano, miembro de la dirección artística del Museo, Alfredo Aracil, compositor, Alberto Corazón, artista plástico, y Juan Carlos Garvayo, pianista, intérprete de su estreno mundial y de esta grabación.

Durante la presentación se proyectarán (y sonarán) algunos fragmentos de la grabación de la obra.
Alberto Corazón visitó el Museo de Damasco, un Museo Arqueológico que también visité yo, y viéndolo (abandonado casi el artista en su interior, dentro del desorden de una limpieza previa a la visita del dictador Al Assad) se encontró allí rodeado de escribas, de la arquitectura, los relieves más antiguos del mundo y se dio cuenta de que allí estuvo y está la cuna de toda la cultura nuestra hasta hoy: 
mesopotámica, egipcia,, Grecia, Roma... Quedó totalmente trastornado al darse cuenta de que todo estaba allí. ¿Sabéis que el monte Casio, adorado en Grecia como cuna de oráculos está al lado de Alepo? y que Palmira era la capital de veraneo del imperio romano? y fruto de este tomar conciencia surgió este 'Siempre/Todavía', ópera sin voces en la que el artista superpone a sus dibujos, los colores y las letras que le parecen más ajustados con la impresión tan fuerte y desoladora que allí recibió.
El relato de Siempre/Todavía es el de un personaje indefinido (un artista, un espectador, cualquiera de nosotros) cuyas observaciones, dudas y certezas, sueños y fantasías, vivencias, emociones y duermevelas, lo van (y nos van) acercando a la sensación de que el tiempo no es, para muchas cosas esenciales, esa corriente que casi todo lo arrastra sin posibilidad de vuelta atrás, sino un lugar en el que pasado, presente y futuro conviven: un tiempo transitable (tiempo-memoria, cultura), un tiempo que une, en lugar de distanciar, a hombres que viven o han vivido en épocas distintas.  
El protagonista no es un actor en el escenario, ni se dirige a nosotros; somos nosotros, sus espectadores, los que vamos a ser conducidos hacia él, entraremos en él y desde su interior asistiremos a sus sensaciones, emociones, revelaciones..., no escuchándolas sino leyéndolas en una pantalla que también recoge lo que ve, lo que percibe, procesa y, en su cabeza, ante nuestros ojos, se dibuja.
Alfredo Aracil

La propuesta me entusiasmó: una obra construida con fragmentos de los textos y dibujos de mi cuaderno de viaje a Damasco en 2002, con motivo de una exposición retrospectiva que el Museo Nacional dedicó a mi pintura y escultura. Lo que allí encontré, aquellas primeras esculturas de escribas, los restos de un hipogeo del Valle de las Tumbas de Palmira, las pinturas de la más primitiva de las sinagogas, los trazos de escritura mesopotámica sobre una tablilla de arcilla de Ur, los bajorrelieves de batallas de Ciro… Sentí que todo aquello era un solo mundo y que, de ese mundo, yo era contemporáneo.
Realicé cerca de quinientas imágenes más para abarcar todos los matices, enfoques y situaciones que el guión requería. La opción de experimentar con una ópera sin canto, en la que el texto impactase directamente en el espectador, me pareció un ensayo apasionante. El protagonismo del texto exigía una tipografía serena, de extrema legibilidad en la que ningún recurso decorativo o estilístico desviara la atención de la comprensión lectora.
Alberto Corazón

La verdadera emoción es apenas un pálpito, un aleteo, un temblor, una brisa que recorre radiante nuestro ser, celebrando el hallazgo de una certeza interior. Alberto Corazón encontró atisbos de esas certezas (verdades que se saben, no verdades en la que se cree) en el apabullante legado de aquel museo de Damasco. Su descubrimiento encendió una llama de emoción, plasmada con lucidez en sus textos y sus dibujos, y Alfredo Aracil recogió el testigo de ese fuego para avivarlo con una música metódica, imbuida a la vez de ternura y de vuelo que dialoga, se funde, canta y danza de manera prodigiosa con la poética belleza de las imágenes proyectadas. El resultado, fruto de la hermandad entre estos dos grandes artistas, es fascinante. En el medio me encuentro yo, feliz pianista-taumaturgo de esta obra, poseído por ella desde la primera caricia al teclado hasta que los aplausos me sacan poco a poco del trance.
Juan Carlos Garvayo

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