sábado, 3 de diciembre de 2016

Paterson, un canto de amor a una ciudad

Todo ocurre en Paterson, una ciudad en la que todos parecen conocerse y compartir el aire que respiran, un aire poético, impregnado de sensaciones amables y duraderas. El protagonista, un conductor de autobuses, se llama también Paterson, como su ciudad, y además es poeta. Todo le inspira: los objetos que le rodean tienen  para él un particular significado cuando se levanta por las mañanas del lecho que comparte con su esposa para ir bien temprano a trabajar, todo le hace feliz, la rutina lo que más, y eso lo anota en su cuaderno de poemas, que lleva siempre consigo, antes de arrancar su autobús. Es así como se mantiene en actitud de vigilante espera, la de arrancar el autobús y la de regresar por la noche a su casa con la misión cumplida. Pero hay una niña que también es poeta y un día por casualidad se encuentran y él le recita a su esposa uno de los poemas de la niña. Todos contentos, es muy bonito, pero no temáis: no hay segundas intenciones ni caerá una tormenta después de la calma en este canto de amor a una ciudad. Su director, Jim Jarmuch, parece tener claro que hay ciudades inspiradoras y una de ellas es Paterson, como antes lo fueron Ohio o Chicago. Al final hay otro encuentro que añadirá más significado aún al ambiente poético que se respira a lo largo de toda la película: el cuaderno en blanco como potenciador de la inspiración. Una inspiración que será aún más pulida y gozosa que la que había hecho brotar aquel primer cuaderno. La pieza está magníficamente interpretada por Adam Driver que da con sus rasgos tranquilos el punto de equilibrio y mesura necesarios para ver cierto misterio en los sucesos cotidianos y en la aceptación de la vida y de las personas tal como vienen,  



No hay comentarios: