sábado, 9 de abril de 2016

Escena patética Plaza de Santo Domingo.

Ciudadano del Este. Joven, muy flaco pero maltratado por la vida. 30 años muy mal llevados. Anímica y físicamente destrozado, se apoya con su muleta en la baranda de la plaza de Santo Domingo que da a la Calle del mismo nombre. Son las 7 de la tarde de un día soleado de junio. Llegan dos españoles que parecen ser amigos suyos, uno ya cuarentón, otro más joven, y se ponen a fumar un porro a su lado. Cuando le ofrecen, él rehúsa.
-¿Qué tal, Demeter? -pregunta uno de ellos-. ¿Cómo tienes hoy el día?
-No muy bien, la verdad -dice despacio, deletrea más que dice Demeter, que, a pesar de su aspecto, parece culto y educado.
Silencio. Fuman los otros dos. Él sigue hablando muy despacio:
-Pienso que mi padre murió "sentiéndose" culpable de la muerte de mi madre. (Se para, coge fuerzas y sigue algo más fuerte poniendo mucho énfasis después de la pausa:)
-E sen que él haya tenido ninguna culpa. Sen tener culpa, él era ya culpable.
Casi llora cuando termina de hablar y se queda en silencio con su barbilla temblorosa, sacudiéndose la angustia que no acaba de brotarle en lágrimas.  A pesar de su juventud, se diría es un viejo.
Me alejé de allí cuando sus dos acompañantes se percataron de que yo estaba cerca escuchando.
Ese hombre es capaz de dejarse morir sólo por solidaridad con su padre.

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