La directora es Daniela Fejerman, que se ha basado en su propia experiencia personal de adopción de un niño en Ucrania, siete años atrás.
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Si nos quejamos amargamente de la corrupción que existe en la sociedad española, el panorama que se encuentran los dos protagonistas en este país –sin concretar cuál- que fuera satélite de la antigua Unión Soviética, es dantesco. Se trafica con los niños, con el ansia de los padres que no dudan en empeñarse hasta las cejas, perdidos en una ciudad donde apenas se disimulan los sobornos, la larga cola de intermediarios que quieren aprovecharse de los que consideran ricos o simplemente advenedizos, dice Fejerman.
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