Es llamativo cómo los antes dominados (en el campo) reproducen los clichés de conducta de sus dominadores (en la ciudad). Durante la película, se dan varios cambios de rol espectaculares y sólo un ser inocente, Lázzaro, permanece enhiesto como el ciprés de Silos. Él acabará por ser el apoyo de unos y de otros cuando no el chivo expiatorio de quienes necesitan desahogar su ira.
Actuaciones individuales fabulosas y composiciones grupales dignas de Novecento de Bertolucci hacen de esta fábula ejemplar un fresco que se ve sin fatiga excepto, tal vez, la parte final, cuando ya, desengañados de que alguien limpio pueda encontrar un amigo, estamos deseando poner fin a tanto desmán..
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