jueves, 26 de diciembre de 2013
Loa a la ingeniería, por J. Rui Wamba el día 25.11.13
Se la pedí a él mismo porque, cuando le oía, me impresionó la nómina de apellidos ilustres que se concentran en los ingenieros de hoy en día. Y yo conozco a los de antes (por los libros, naturalmente, no a los de ahora.
1
JRW-25.11.13
Proclamación como Academiae Dilecta de la empresa Ferrovial
SALUDO PROTOCOLARIO.
Hoy es un día de Fiesta para nuestra Real Academia de Ingeniería, porque
festejamos los logros de una empresa, Ferrovial, en la que, si no me equivoco,
nunca se pone el sol. Con su nombramiento como Academiae Dilecta, estamos
reconociendo (...) trayectoria que ya ha cumplido 60 años
en un Acto que nos dará también la oportunidad de reflexionar brevísimamente, y
desde la perspectiva de la Ingeniería, acerca de nuestro pasado y de lo que debería
ser nuestro futuro.
La Historia de las infraestructuras y de la construcción es parte sustantiva de la
milenaria Historia de nuestro país y Ferrovial forma parte de la Historia
española contemporánea.
España no habría podido ser lo que es, que es mucho y será todavía más, si hace
dos mil años los romanos no nos hubiesen gobernado. En dos ocasiones con
emperadores nacidos en Andalucía: Trajano y Adriano, un genio que, en palabras
de Marguerite Yourcenar, hablaba latín con acento andaluz. Ellos nos legaron
construcciones que hace tiempo dejaron de ser funcionalmente útiles pero cuya
belleza y significado han contribuido decisivamente a su conservación.
El Puente de Alcántara, bautizado por los árabes con su redundante nombre, el
Acueducto de Segovia, las calzadas romanas que hoy son patrimonio de la
Humanidad y que ayer fueron caminos primero de conquistas y luego de
reconquistas, están en los antecedentes de una Historia que tras el paréntesis de
mis bárbaros antepasados prosiguió con la dominación árabe, que aun siendo
menos constructores nos legaron un saber científico y unas arquitecturas
inigualables como son la Alhambra de Granada o la Mezquita de Córdoba. Vinieron
después épocas de oscuridades medievales que casi por azar se alimentaron con los
frutos, a veces ensangrentados, que provenían del recién descubierto continente
americano. Aquellos fueron tiempos de construcción de catedrales, de espacios en
su origen divinos que hoy tienen otras finalidades. El Renacimiento después nos
trajo una Ilustración, que con muchas dificultades, se fue abriendo camino. Eran tiempos inquisitoriales. Y en este vertiginoso recorrido por nuestra Historia, llegamos al siglo XIX.
Y a 1802 donde un ilustrado Agustín de Betancourt, crea la Escuela de Ingenieros
de Caminos, Canales y más adelante Puertos, a imagen de la prestigiosa Escuela
francesa de Ponts et Chaussées.
Ferrovial nació en los años 50 del siglo pasado y proviene de una importantísima
tradición, más que centenaria, que ha tenido personalidades extraordinarias como,
-por citar solo unos pocos-, Lucio del Valle, Pablo Alzola, Sagasta, Ildefonso Cerdá,
Saavedra, Torres Quevedo, que siendo ingenieros de caminos, canales y puertos
2
JRW-25.11.13
fueron mucho más. A ellos y a tantos otros debemos la creación de
infraestructuras que han sido esenciales para nuestro país.
Los ferrocarriles se iniciaron con la concesión Barcelona-Mataró, aunque ya antes,
en Cuba, la ingeniería ferroviaria española había dejado su huella ultramarina. Poco
a poco los caminos de los caminantes se fueron haciendo carreteras por las que
circulaban carretas antes de hacerse vías alfombradas por los que transitaban los
coches americanos primero, los europeos después, hasta que aprendimos a
fabricarlos nosotros también. Los puertos también se fueron modernizando. Y los
abastecimientos de aguas y el saneamiento de las ciudades mejorando la cantidad
y calidad de vida de los españoles. Las obras reales del siglo XIX se hicieron Obras
Públicas, obras de todos. Y en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera,
-lamentablemente a las Obras Públicas le sientan muy bien las dictaduras-, se
hicieron planes de carreteras muy ambiciosos y el sector de la energía
hidroeléctrica, con el épico aprovechamiento de nuestros ríos, tuvo un impulso
decisivo, que aún hoy estamos disfrutando. Y que no solamente generó energía
sino escritores de primerísima fila como Juan Benet, cuya trayectoria profesional
fue tutelada por un ilustrado ingeniero, D. Pablo García-Arenal, hijo de Concepción
Arenal, que dirigió MZOV primero, y Cubiertas y MZOV después.
Y llegó nuestra incivil guerra y después vino la calma que no la paz. Y el nacimiento
de las empresas de construcción. Primero, el atisbo que fue Hidrocivil con José
Ribera al frente. Mucho más importante fue la creación de Entrecanales y Távora,
con una personalidad excepcional, la de Don José Entrecanales, constructor,
empresario y gran profesor de la Escuela, que al jubilarse dividió su asignatura para
que se ocuparan de ella nada menos que Jiménez Salas en Geotecnia y Fernández
Casado en Puentes, decisión que fue el origen de las espléndidas generaciones de
ingenieros geotécnicos y estructuralistas que ha dado este país. Y se creó Dragados
con otro ingeniero de caminos excepcional, Antón Durán. Y Agroman, con José
María Aguirre, constructor, profesor y banquero que tanto tuvo que ver con el
Metro de Madrid. Y el Huarte de D. Félix Huarte felizmente rescatado en su agonía
por Juan Miguel Villar Mir, y que es la H de su imperio OHL, en el que la L de Lain
nos reconduce al personaje excepcional que está también hoy virtualmente con
nosotros, Rafael del Pino, el patriarca que en época de miserias posbélicas tuvo la
visión de iniciar una empresa, Ferrovial, auténticamente perdurable, que ha
cumplido ya 60 años y que tiene por vocación llegar a centenaria.
Son realmente muchísimas las empresas constructoras que se han ido creando en
este país y muy pocas las que perduran. Y Ferrovial es, al respecto un paradigma.
¿Y por qué ha sido así? ¿Por qué son tan pocas las empresas que nacen para
perdurar? Su capacidad para evolucionar, ha sido sin duda decisiva. Darwin lo
podría explicar muy bien si estuviese entre nosotros. Ser más grandes, sí, pero la
perdurabilidad no es tan sólo cuestión de tamaño, sino asimismo de agilidad que
muchas veces suele ser concepto incompatible con el de dimensión. Se necesita
mucha cintura y Ferrovial ha demostrado tenerla. Se necesita ampliar horizontes y
3
JRW-25.11.13
tener recursos humanos y financieros para poder competir en unos territorios en los
que rigen unas reglas de juego bien diferentes de las que han sido las nuestras.
La internacionalización está en los genes de la ingeniería, que es felizmente el
sustrato, en el que se han cimentado las constructoras españolas. No es, por ello,
casualidad que numerosos ingenieros de caminos, y Rafael del Pino Calvo-Sotelo es
un referente, presidan, gobiernen y trabajen en estas empresas en las que, por
cierto, están representadas todas las numerosas profesiones que conforman
nuestra Real Academia. Es momento para recordar aquí a nuestro añorado
Leopoldo Calvo-Sotelo, un ingeniero de caminos ilustrado, culto, magnífico escritor
y que llegó a ser Presidente del Gobierno de España en un momento
particularmente complejo, lo que no le impidió preservar el magnífico sentido del
humor que le caracterizaba. Aquí en la RAI le nombramos Académico de Honor y
seguro que desde el más allá, también nos estará observando sonriente.
La ingeniería no tiene fronteras y la construcción y las organizaciones sustentadas
en ella tampoco. Ferrovial es un ejemplo relevante de internacionalización, de los
que hay precedentes que no debemos olvidar. Sólo un par de ejemplos.
Agustín de Betancourt, hacia 1808, con 50 años, que eran muchísimos años por
aquel entonces, fue requerido por la ilustrada y poderosa Corte de San
Petersburgo y acabó siendo el equivalente a Ministro de Obras Públicas del Zar
Alejandro II. Su cuerpo yace bajo un hermoso mausoleo en la ciudad a la que
dedicó los últimos quince años de su existencia.
Hacia el año 1912, Leonardo Torres Quevedo, otro gran ingeniero de caminos,
inventor de tantas cosas, lideró la adjudicación a un grupo de inversores vascos del
transbordador del Niágara, obra excepcional que aún hoy se utiliza para salvar los
500 metros de distancia entre las dos orillas en la genial barquilla a la que todavía
se le conoce con el nombre de “Spanish Aerocar”. Es, por cierto, emocionante
releer las cartas que su hijo Gonzalo, también ingeniero de caminos, desplazado a
pie de obra durante los dos años que duró la construcción del transbordador,
escribía a su padre informándole de los progresos de la obra y solicitándole su
opinión para resolver los problemas a los que se tenía que enfrentar,
comunicándose mediante un sistema de claves acordado para poder recibir rápida
respuesta por el tartamudeante telégrafo que había instalado en la caseta de obra.
Son muchas las formas de ser ingeniero de caminos. Lucio del Valle dejó su huella
imperecedera de ingeniero en el Madrid decimonónico. Pablo Alzola fue Alcalde de
Bilbao. Sagasta un destacado presidente de Gobierno. Leopoldo Torres Quevedo un
excepcional inventor. José María Aguirre presidente de Banesto. De José
Entrecanales ya hemos hablado y de Leopoldo Calvo-Sotelo nada tenemos ya que
recordar. Hemos tenido un Premio Nobel de Literatura, como Echegaray, y un
excepcional escritor, Juan Benet. Un Ildefonso Cerdá que es la personalidad más
relevante del Urbanismo moderno, a pesar de no haber tenido en la Escuela
formación específica al respecto. De manera que, desde sus inicios, la sólida
4
JRW-25.11.13
formación de los ingenieros de caminos, que no ha cambiado demasiado, exigía una
gran capacidad de trabajo que les permitía superar los obstáculos, gracias a las
importantes dotes de disciplina y de honestidad con las que se preparaban para
enfrentarse a unos desconocidos retos profesionales.
Hace años, cuando banqueros japoneses pensaron en implantarse en España,
decidieron que los ingenieros eran profesionales muy adecuados para trabajar en
sus organizaciones. Seguramente habían observado que en nuestras Escuelas nos
enseñaban a resolver problemas a partir de datos insuficientes, sin atascarnos por
ello, como puede ocurrir en profesiones “más científicas”. Por eso la ingeniería, que
es una ciencia cuando se enseña y un arte cuando se practica, se asemeja a la vida
que también es el arte de tomar decisiones acertadas a partir de datos
insuficientes. Hace años, en tiempos cada vez más remotos, para ingresar en la
Escuela de Ingenieros de Caminos, había que superar un examen muy exigente. Lo
recuerdo para exponer una de las bromas que se refieren a nosotros. Cuentan que
tres brillantes profesionales, uno abogado, otro economista y el tercero ingeniero
de caminos debatían apasionadamente cuál sería la profesión de Dios. El primero
argüía que siendo las leyes las que rigen el mundo, Dios tenía que ser abogado. El
economista, a su vez, consideraba que siendo la economía el motor del mundo,
Dios sería economista. Y los dos al unísono le preguntaron a nuestro compañero: “y
tú dirás que Dios es ingeniero de caminos”, a lo que respondió: “si pasó el
examen...”
Hoy Rafael del Pino Calvo-Sotelo y tantos compañeros que trabajan junto a él en la
Ferrovial que estamos festejando, son y tienen que ser ingenieros y abogados y
economistas, y seguramente sociólogos, psicólogos, en ocasiones psiquiatras
incluso teólogos para tratar de adivinar los designios divinos. Y deben dominar
idiomas para ejercer complejas tareas para las que no se habían formado en la
Escuela. Lo que nos recuerda la desdichada expresión: “Acabar la carrera” o
“Acabar los estudios” porque es precisamente cuando se concluye la época de la
Escuela cuando comienza de verdad la carrera, muchas veces de obstáculos. Y, por
otra parte, los estudios no se acaban nunca y tras los largos y exigentes años de
formación en la Escuela, el ingeniero se pasa toda la vida estudiando y
aprendiendo. Porque lo que realmente caracteriza a un ingeniero no es tanto lo que
sabe sino la capacidad que tiene para aprender, si tiene la fortuna de integrarse en
organizaciones que como Ferrovial promueven el conocimiento, la creatividad y la
innovación.
Permítaseme llegado a este punto, desde este adecuadísimo púlpito que tengo el
privilegio de ocupar, hacer un elogio de lo que entre muchos y con Ferrovial en
lugar muy destacado, hemos hecho por las imprescindibles infraestructuras de este
país, que ha prosperado enormemente en las últimas décadas gracias a las de todo
tipo que hemos construido en un entorno profesional realmente pluridisciplinar.
Infraestructuras construidas, por otra parte, a unos costes extraordinariamente
competitivos, lo que nos está permitiendo competir internacionalmente con tanto
5
JRW-25.11.13
éxito. No es el exceso de infraestructuras, como algunos nos quieren hacer creer, el
responsable de la devastadora crisis que nos asola, y que acabará antes gracias a
que este país cuenta, habiendo aprovechado muy bien las aportaciones económicas
europeas, con una moderna red de infraestructuras proyectadas y construidas para
que duren más de 100 años.
“Memoria soy de quien me construyó”, es una acertada frase que acuñó José
Saramago en su “Viaje a Portugal” que podemos aplicar a las infraestructuras.
Porque su construcción tiene un significado muy profundo y es manifestación del
orden de valores que presidía la época en que se construyeron y porque son
imagen del saber y de la sensibilidad de quienes promovieron, concibieron,
construyeron, y ahora operan y mantienen las infraestructuras construidas para
todos. Y el imprescindible renacimiento que necesita nuestro país llegará antes
debido precisamente al espléndido capital de conocimientos y experiencias que
acumulamos los profesionales y a la actitud de superar fronteras, sabiendo como
sabemos, que nuestra experiencia y nuestros conocimientos son muy necesarios en
muchos lugares del mundo.
Permítaseme también llegado a este punto preguntarme si, con carácter general, la
impresionante experiencia acumulada también por la ingeniería española está
siendo adecuadamente reclamada en la internacionalización de las empresas
constructoras. Si el conocimiento, la creatividad y la innovación se están valorando
suficientemente en la elección de colaboraciones para desarrollar proyectos y
acceder a concesiones, en las que no solo el coste de la obra sino también los
costes de mantenimiento asociados a una buena concepción en la fase proyectual,
están siendo suficientemente valorados y no se cae en la contradicción de situar el
coste mínimo de la ingeniería como factor relevante de su contratación, lo que
limitaría las posibles aportaciones de la ingeniería y su progreso.
Tras este breve paréntesis, volvamos a nuestra celebración y conjurémonos para
que volvamos a reunirnos, muchos de nosotros, virtualmente, para festejar el
centenario de Ferrovial allá por el año 2.050. Porqué habrá celebración, porque
Ferrovial perdurará. ¿Y cómo será la Ferrovial centenaria? No será desde luego la
misma pero en lo esencial tampoco será muy diferente. Estará abarrotada de
ingenieros de muchas especialidades y con conocimientos muy amplios que harán
buena la frase que el descreído Saramago escribió también en su “Viaje a
Portugal”:
“Todo es posible, pero hay una cosa que no lo es: no llegarán a desaparecer del
todo y para siempre los hombres grandes, prudentes y de alma elevada, que
construyen en honor a Dios monumentos eternos con los que se embellece la tierra
y el hombre alcanza una vida mejor y más fácil. Si esos hombres desapareciesen,
significaría que el amor de Dios se habría extinguido y borrado del mundo”.
6
JRW-25.11.13
Hoy con este Acto se inicia una colaboración de nuestra admirable Ferrovial con
nuestra Real Academia de Ingeniería. Ambas llegarán a centenarias. Y junto con
otras muchas organizaciones y muchos compañeros de las hermosas profesiones
que forman parte de la Academia, tendremos muchas cosas por decir y por hacer y
las diremos y las haremos, para conformar un futuro que siendo el de la Ingeniería
será el de todos.
Muchas gracias por su atención.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario